viernes, 1 de julio de 2016

HOMILÍA PRIMER DÍA DEL TRÍDUO A SAN PEDRO

Queridos hermanos/as:

          Los santos reflejan todos el Rostro de Jesús… porque el Espíritu Santo nos configura a su imagen… Y el Padre ve en los santos el Rostro de su Hijo… Por eso los cristianos somos “hijos de Dios”.. Y por eso Dios Padre nos adopta como hijos porque el “hombre nuevo” que llevamos dentro… nuestro verdadero yo“restaurado” por el Espíritu Santo –“derramado en nuestro corazón”- en virtud de la “gracia” recibida en el Sacramento del Bautismo… “brotada” de la Pasión de Jesús a nuestro favor, … Y directamente de su Corazón, de su “costado abierto”atravesado por la lanza, como vemos al Cristo de la Misericordia que nos preside..

          Porque el “hombre nuevo” –decimos- es “obra de Dios” en nosotros.. gracias también a nuestra “colaboración”, es decir, a nuestra “respuesta” a la gracia… Pero fundamentalmente es “obra de Dios”, la gloria es suya.. Por eso en el Prefacio de la fiesta de los Santos se alaba a Dios diciendo: “al coronar sus méritos coronas tu propia obra”.

          Pedro es una “obra” de Jesús… Pedro, el Cabeza de la Iglesia, como Vicario de Cristo en la Tierra, la “piedra” sobre la cual el Señor edifica “su” Iglesia… Pedro, el Apóstol al que se la ha dado el poder de “atar y desatar” .. es obra de Jesús..

          A partir de Simón, nacido en Betsaida, de Galilea, un pequeño rincón del Imperio Romano… hijo de Juan y hermano de Andrés, yerno de aquella mujer a la que Jesús curó la fiebre.. Y socio de Zebedeo y sus hijos –Santiago y Juan-, en el trabajo de la pesca diaria en Cafarnaum, a la orillas del lago de Genesaret…

          Simón, el pescador, algo mayor que Jesús.. murió en Roma también crucificado, pero boca abajo, como cuenta la tradición.. Y cuyas reliquias se veneran en la cripta, -en un cofre que dice “Pedro está aquí”-, bajo el altar central de la Basílica construida en su honor, en Roma –el Vaticano- .. primer templo de la cristiandad.. Esa fue la obra de Jesús.. en Pedro… Más bien la obra de la misericordia del Padre.. mediante el Espíritu Santo, gracias a la Pasión y muerte del Hijo… En definitiva, del amor de Dios.. de la misericordia de Dios..

          Por eso los santos nos acercan a Jesús.. Porque si le damos la mano a Simón el pescador.. nos encontramos abrazados a Pedro, el primer Papa … Pedro es como un “eslabón” que nos une a Cristo… Porque está muy cerca de El.. Nos abrazamos a la mano de Pedro y vemos que con la otra mano está él sostenido por la de Jesús..

          Este primer día vamos a titularlo “Pedro y Jesús”.. Vamos a ir recordando algunos pasajes que fueron fraguando, anudando, entretejiendo, la relación de amistad- admiración-fervor-cariño-respeto-veneración .. que parece desprenderse, a la luz del Evangelio –los cuatro- de los distintos encuentros, diálogos, acontecimientos y experiencias vividas en común .. Entre el Hijo de Dios, hecho hombre, Jesús de Nazaret… y el pescador de Galilea, Simón, hermano de Andrés.

          En todos ellos “emerge” un “rostro” que los pintores “inspirados” han ido como “adivinando”, con unos rasgos en los cuales es fácil reconocer a Pedro, ya sea como solemne Papa con las llaves del Reino de los cielos en las manos, como pescador admirado ante la pesca milagrosa .. o bien con un surco en las ojeras, debido a las lágrimas derramadas con arrepentimiento y pesar después de haber“negado” tres veces a Cristo, antes que cantara el gallo, en aquella noche tan grabada en su corazón..

          Bastó que se encontrase con la “mirada” de Jesús, para que se desbordara ese manantial de llanto, que expía el pecado y limpia el corazón… Como bastó también la mirada del Maestro cuando a él y a su hermano les dijo “veníos conmigo y os haré pescadores de hombres”.. para que, “al instante, dejándolo todo, le siguieron”.

          Aquella misma noche ya el Señor le había reprochado dos veces el que no hubiera “velado” con Él, -en suprema angustia entre los olivos de Getsemaní- “ni siquiera una hora”… Y poco más tarde, tras haberle cortado la oreja a uno de los que intentaban prender a Jesús en el huerto, el Maestro le dijo: “mete la espada en la vaina, el que a hierro mata a hierro muere”..

          De aquí deducimos, así, de pronto, dos cosas… Primero, que el Señor no dice sólo con las palabras.. también hablan su “silencios”… Y es admirable la fuerza de su mirada.. tanto cuando al mirar a los ojos a un discípulo con cariño .. le dice:“¡sígueme!”… Como cuando a otro con rostro severo reprende o con rostro doliente reprocha…

          Deducimos también que a través de esos relatos, “emerge”, más que el rostro, el “carácter” de Simón, el llamado Pedro. Así lo vemos como: pasional, arrojado, valiente, débil, sincero, pecador, leal, fanfarrón, sencillo, .. Rudo a veces, pero siempre entrañable .. Como, aquellas palabras que dijo a Jesús en un momento de crisis en sus oyentes, que, escandalizados porque Jesús había dicho que “quien no come mi carne y bebe mi sangre no tiene vida eterna” .. se fueron marchando uno tras otro… “¿También vosotros queréis marcharos” –les preguntó Jesús-…. “¿Adonde iríamos, Señor?, -le contestó Pedro, en nombre de los Doce-“Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”.

          Encuentros importantes entre Jesús y Pedro.. fueron todos.. Pero destacaríamos, de entre los primeros, aquel momento en que Andrés, que ha conocido a Jesús, en el entorno de Juan el Bautista, le presentó a su hermano, tras haberle dicho: “hemos encontrado al Mesías”… Jesús, se le quedó mirando, con aquella mirada que ve el diamante donde sólo aparece un pedrusco.. y le dijo «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, “Piedra”.

          Mateo repite esta afirmación de Jesús después de la sincera y solemne confesión que hiciera Pedro de Jesús, a aquella pregunta que el Maestro les formuló a los Doce, en Cesarea de Filipo, en los confines de Galilea, en un contexto de retiro y oración: “Y, vosotros, ¿quién decís que soy yo?” … Pedro, inspirado por el Padre, como después le dijo Jesús, contestó: “Tú eres el Cristo, el hijo de Dios vivo”.

          Qué duda cabe que esa escena, tan gloriosa para Pedro, que ha quedado como el núcleo esencial de la fe cristiana, .. seguida de la increpación de Pedro a Jesús, cuando el Salvador comienza a hablar de su pasión y muerte (“.. que .. debía sufrir mucho por parte de los sumos sacerdotes y escribas.. se ejecutado y resucitar… “) .. Continuada por la reprensión de Jesús a Pedro, “¡Apártate de mí, Satanás… tu piensas como los hombre, no como Dios”, es un momento cumbre en la relación de Jesús y Pedro, y por consiguiente, en la vida de ambos. Y, ¡como no!, para nosotros, que somos fruto de la Redención de Jesús y de la fe de Pedro.

          Como también lo fue aquella noche en el lago, cuando Jesús andando sobre las aguas, les dijo, viendo su miedo al creerle un fantasma: “animo, soy Yo, no temáis” … Pedro, arrojado y sincero, le dijo: “Señor, si eres Tú, mándame ir a Ti, andando sobre el agua”… ¡Ven!, le dijo Jesús… Se bajó Pedro de la barca y comenzó a caminar confuso y admirado. Pero, mirando las olas, le entró miedo, .. surgió el Simón que llevaba dentro, y gritó, nuevamente invadido por el miedo: ¡Señor, sálvame!… Jesús lo agarró diciéndole: ”hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”. Escena ésta que fue coronada por la confesión amorosa y admirada de todos en la barca, postrados ante Jesús diciéndole: “Verdaderamente eres hijo de Dios”.

          Igualmente memorable aquel día glorioso que siguió al nublado tras la confesión de Cesarea. Jesús subió a orar al monte Tabor, escogiendo como compañeros de subida solo a Pedro, Juan y Santiago, que serán testigos, los tres, de otros momentos entrañables de Jesús.

          En lo alto del monte Jesús

“se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.. Se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con Él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”…

          “Pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados”, añade Lucas a la versión de Mateo de la misma escena, dado que “entraron en la nube y oyeron la voz del Padre: “Este es mi Hijo Amado.. ¡escuchadle!”.       De momento, el Señor les dijo que no contaran a nadie lo que habían visto.. hasta que Él “resucitara de entre los muertos”, lo cual no entendieron ninguno de los tres, preguntándose dentro de sí “qué significaría eso de “resucitar de entre los muertos”. Pero lo“guardaron en el corazón”..

          Y cuando ya resucitado Jesús, hablaban a otros discípulos de Quién era el Señor, al que habían conocido y seguido … y ahora eran sus “testigos ante el pueblo”, narraban la experiencia del Tabor, donde lo contemplaron glorioso y con“el rostro y los vestidos brillantes como la luz”. Así lo hace Pedro en su Segunda Carta: ”Porque recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz: «Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco.» Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con Él en el monte santo”.

          El Pedro “testigo” de Cristo Resucitado.. es posterior a 3 momentos importantes que voy someramente a resaltar:

          1º La triple negación.   El Simón arrojado y sincero se atreve a decirle a Jesús en el contexto del anuncio de la inminente persecución: «Aunque todos se escandalicen de Ti, yo nunca me escandalizaré». Jesús –comprensivo como siempre- le dijo: «Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.». Y así fue.

          2º La confirmación del Primado.    Tiene lugar en la misma orilla del lago, testigo de tantas experiencias entre Jesús y los Doce. «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» .. «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» .. «Apacienta mis corderos.» .. ¿me amas?» «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» ..Por tercera vez: «¿me quieres?» .. «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» .. «Apacienta mis ovejas. «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.» Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»

          3º La venida del Espíritu Santo.    La narra San Lucas en los Hechos de los Apóstoles enmarcada en la fiesta de Pentecostés 50 días después de la Pascua. Los 120 discípulos, entre ellos los 12, reunidos en torno a la Virgen… “De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse”.

          Muchas cosas quedan por decir… como exclama San Juan al final de su Evangelio. Vamos a terminar con una expresión de Pedro en su 1ª Carta a modo de mensaje de nuestro titular:

              “..Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de vosotros; los que por medio de Él creéis en Dios, que le ha resucitado de entre los muertos y le ha dado la gloria, de modo que vuestra fe y vuestra esperanza estén en Dios”.

José Hachero Alvarez, Párroco

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